Adicciones
Hace exactamente un mes dejé el cigarro electrónico. Estaba sentado en semi-meditación y de repente la idea sonó en mi cabeza “creo que es hora de dejar de vapear”. Cinco minutos después me levanté, le di un puff grande al vape, lo desarmé, lo limpié y lo guardé en una caja junto con unas 10 baterías y varias botellas de líquido.
He estado pensando mucho en la vez, hace 12 años, que dejé el cigarro por primera vez. Después de eso lo retomaría pero nunca con la misma intensidad. Fumaba mucho.
Fumar es una de las cosas que más me gustan en la vida. No voy a decir que ya no me gusta, o que ya no se me antoja, porque creo que eso nunca va a ser cierto. Recuerdo que una de las cosas que más triste me ponían era la idea de un futuro sin fumar. Me parecía aburrido y deprimente.
Esta semana dejé de usar Instagram. Creo que Instagram, con su coolness y sus poses, sus colores y sus constantes hits de dopamina es la red social más adictiva de todas, más que Facebook. No estoy seguro de que el dejarla sea definitivo, pero la borré de mi teléfono y la bloqueé de mi computadora, y al siguiente día lo que sentí fue exactamente, idéntico, a lo que sentí hace 12 años cuando tuve que dejar de fumar.
Las redes sociales nos tienen agarrados de las pelotas.